La noche estaba preciosa, con la luna bien alta en el cielo y una brisa fresca que hacía que mi pelo se moviese suavemente. Caminar al lado de Christian tenía un efecto casi surrealista, como si el mundo a nuestro alrededor se ralentizara. Él me llevaba de la mano con firmeza, los dedos entrelazados con los míos de una forma tan natural que parecía que siempre había sido así, como si estuviera hecho para caminar a mi lado.
Mientras hablábamos de cualquier tontería, él estaba contándome un viaje a París en el que casi perdió un vuelo por culpa de un error del chófer, y yo me di cuenta de las miradas de las mujeres a nuestro alrededor. Era imposible no notarlo. Algunas lanzaban miradas discretas, otras mucho más descaradas, analizando cada detalle de él. Alto, elegante y con esa postura segura que sólo Christian tenía.
Pero él parecía totalmente ajeno a eso. Sus ojos estaban únicamente en mí, su atención centrada en nuestra conversación. Como si el resto del mundo no existiera. Sonreí,