Capítulo veintiuno. ¡Maldición, paguen un hotel!

Sebastián estuvo a punto de saltar de su silla cuando Oliver le respondió “Sí, señor”, y un segundo después miró a Caleb Belmont y no solamente eso. ¡No! ¡Si no además le había sonreído como si fuera un hombre libre!

Sebastián pensó dos cosas: Oliver era muy valiente al retarlo de esa manera o deseaba ser castigado y vaya que él estaba más que dispuesto a darle unas cuantas palmadas hasta dejarle rojas las nalgas.

—¿Te consigo un recipiente, Cooper? —preguntó Caleb—. Se te cae la baba —añadió simulando limpiarse la comisura de sus labios.

Sebastián lo miró con ganas de querer asesinarlo, pero le complació que al menos el tipo supiera lo que había entre Oliver y él.

—Imbécil —masculló Sebastián.

—No más qu

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