Capítulo veintidós. Me sacrificaré

—¡Maldita sea! ¿¡No sabes tocar la puerta!? —gritó Sebastián. Ahora tenía la seguridad de que la joven italiana no tenía nada con Oliver, pero eso no solucionaba su problema de celos. Porque él había escuchado claramente los descarados gemidos de la mujer, así que estaba seguro de que algo había pasado entre ellos.

—Por supuesto que sé tocar, no tengo la culpa de que seas sordo. Además, si vas a tirarte a Oliver en tu oficina, ten la responsabilidad de cerrar la jodida puerta —rebatió Victoria sin inmutarse.

Oliver por su parte estaba rojo como un tomate y lo peor de todo ¡Tenía los pantalones manchados de su reciente corrida! Se sintió avergonzado de su comportamiento. Sebastián ni siquiera lo había tocado sexualmente. Solamente… «Tuvo que golpearte el culo y te corriste como un adolescente», pens&

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