Gerónimo detectó de inmediato el centelleo de celos en sus ojos. No pudo evitar que una pequeña sonrisa se dibujara en su rostro; ese destello le decía más de lo que las palabras podían expresar. Eso significaba que Cristal sentía algo genuino por él, algo real.
—No te voy a negar que me pasó por la cabeza aceptarlo, para que ellos fueran felices —confesó con una honestidad desarmante, como era su estilo—, pero gracias a Dios, tú apareciste ese día, Cielo, y te lanzaste a mis brazos. Cambiaste todo en un instante. Gracias, Cristal. Tú también me salvaste.El auto continuó deslizándose con suavidad por la carretera, mientras la cabaña comenzaba a aparecer a lo lejos entre los árboles. El ambiente entre ellos estaba cargado de tensiones que se entretejían con emociones profundas, pero ninguno parecía querer soltarlas de