Gerónimo, intrigado por la confesión, sintió una curiosidad genuina que iluminó su rostro al saber un poco más de su ingenua, inocente y bella esposa. Deseaba que cada cosa que ella le contara le ayudara a conquistarla y a hacerla desistir de querer romper la relación con él. Porque, aunque había aceptado acompañarlo a la cabaña, su instinto le avisaba que lo había hecho por miedo a Jarret y que ella en verdad tenía algo muy serio que discutir con él, por ejemplo, el divorcio.
—¿A qué te refieres con eso de lo que siempre soñaste? —dijo, sin ocultar su interés, con la intención de conocer ese rincón de la experiencia de Cristal que aún le era desconocido. —¿Cuál es tu sueño, Cielo mío? Cristal dudó un instante. No quería que sus palabras sonaran ridículas, e