Nos adentramos en la clínica de Luigi. En el piso de Gerónimo encontramos un mundo de cadáveres. Miro múltiples huellas de tiro en los cristales, algunos de ellos rotos. Giro mi cabeza hacia la terraza contigua, donde cuatro sombras con armas de largo alcance me hacen un saludo militar y desaparecen. Sé quiénes son. Al parecer, estos tipos le tienen cariño a mi sobrino. Hoy sí lo han salvado; si no llega a ser por ellos, hubiera sido asesinado.
—¿Están todos bien? —pregunto, entrando a la habitación. Es un desastre.—Mi Cielo no está bien, llamen al tío Luigi —dice Gerónimo, saliendo con Cristal en sus brazos desde el baño—. Está desmayada y sangra por su herida, creo.—Súbela en la cama, Gerónimo —le dice Fabrizio—. Vamos a llevársela al salón de operaciones; está allá