398. GERÓNIMO EN PALERMO
Nos hemos refugiado en esta vivienda, que es como una fortaleza; prácticamente, está todo bajo tierra. Los cuatro de la Mano Negra están heridos. Yo me siento también muy mal, mi corazón salta acelerado y la cabeza me da vueltas. No sé qué es lo que me han inyectado, pero no me siento nada bien. Ayudo a los otros a curarse y a extraer las balas, pero no encuentro un solo teléfono en la casa para comunicarme con mi familia.
A mi mente viene la imagen de esa chica igual a mi Cielo. ¿Quién será? Si no fuera por sus ojos y la extraña sonrisa, hubiera jurado que era mi Cielo. ¿Tendrá una hermana gemela? No, imposible. Pero esa chica puede hacerse pasar por mi esposa, sin lugar a dudas.
Concéntrate, Gerónimo, tienes que buscar la manera de escapar. Al menos de avisarles dónde estoy. Los miro a todos; me sería fácil irme, considerando su estado. Pero, por el momento, debo quedarme a cuidarlos. Ellos tienen varias heridas de bala. Estos tipos arriesgaron la vida por salvarme; lo menos que pue