399. DESPIERTO EN PALERMO
Me esfuerzo por recordar lo que pasó desde que estaba en el mercado central en Roma hasta ahora, y no lo logro.
—Por lo que te inyectaron, es normal —comenta otro de los hombres, uno de los menos heridos, recostado en el sillón con una pierna vendada—. Tenías los ojos abiertos, sí, pero parecías en otro mundo.
—Un milagro que no nos estrelláramos, eso sí —agrega el más joven del grupo con una risa débil que muere rápidamente por el dolor que siente en el pecho.
—¿Y cómo llegamos hasta aquí? —insisto, tratando de llenar los huecos en la historia.
—Después de la pista secreta, abordamos el avión y volamos a Palermo. Era nuestra mejor opción. Nadie esperaría que trajéramos a un Garibaldi aquí —explica el jefe, con un toque de desconfianza que me recuerda que, aunque me salvaron, seguimos siendo de mundos diferentes.
—¿Y el avión? —pregunto, sospechando que si llegué hasta aquí de esa manera, podría también salir de la misma forma.
—Enterrado bajo tierra en un hangar secreto del Don. No l