Cristal respiró hondo, ajustándose la falda. No se sentía completamente cómoda con aquella ropa tan formal, pero sabía que la imagen era parte del juego, sobre todo con alguien como su suegra Rosa. Lo que más le pesaba ahora era esa incomodidad en el estómago, esa sensación de que estaba entrando en un terreno peligroso todos los días, incluso dentro de las "seguras" paredes de la casa.
—Vamos, no tiene sentido alargarlo —dijo finalmente, apretando su bolso contra el costado mientras avanzaba hacia la cocina, seguida de cerca por Cecil.Al entrar, encontraron a Rosa sentada en la mesa, con su impecable taza de café entre las manos, y a la madre de Cristal de pie junto a la ventana, mirando hacia la calle mientras removía lentamente una cucharita en su taza. En cuanto las vio entrar, dejó el café de lado y sonrió cálidamente.—Cristal, hija, te tra