Cecil apareció por la puerta del baño con una ceja arqueada, claramente intrigada por la conversación.
—¿Quién es? —preguntó suavemente mientras se recogía el cabello en un moño desaliñado.—Es mi mamá, quiere que vayamos al centro comercial con nuestra suegra Rosa. Dice que quiere disculparse con regalos —murmuró Cristal, cubriendo un poco el micrófono del teléfono como si en parte no quisiera que su madre escuchara el desprecio que acompañaba sus palabras.—¿Disculparse con regalos? Si yo fuera tú, me iría preparando para algo desagradable. Rosa jamás hace nada sin un propósito oculto —dijo, cruzándose de brazos. Cristal le dirigió una mirada interrogante que Cecil interpretó al instante. Desde que vivían rodeadas de secretos y agendas encubiertas, a