388. LA TRAICIÓN DE ROSA
Salen sigilosamente detrás de su mamá. La ven montarse en un auto y salir con las luces apagadas. Hacen lo mismo. La siguen hasta llegar a una cafetería. Desde allí observan cómo desciende e ir al encuentro de una pareja. Logran sentarse de espaldas a ellos sin ser vistos. Y desde donde están, pueden escuchar más o menos toda su conversación.
—Pensamos que ya no ibas a venir —dice la joven, que lleva unas gafas oscuras y se cubre el pelo con una bufanda y parte del rostro.
—Hubo problemas, tuvimos que estar en la granja —respondió Rosa con desdén.
—¿En la granja? ¿No estarías ocultándote de nosotros otra vez? —preguntó el hombre.
—No, les juro que fue eso. No podía salir; hoy fue que llegamos. Tuve que esperar a que mi marido saliera —seguía disculpándose Rosa—. Pero ya estoy aquí, ¿qué es lo que quieren?
—Haremos que te creemos. Hablemos de nuestro asunto —dijo de pronto el hombre—. ¿Cuándo nos puedes entregar a Cristal?
Gerónimo y Guido se miraron en silencio, la tensión palpa