Capítulo 142

El estudio de televisión parecía un templo erigido al poder de la mentira. Las luces eran más intensas que las de un tribunal, y el aire olía a perfume caro y control. En la pantalla principal, el rostro de Fernando Salvatierra aparecía en primer plano: impecable, el cabello peinado con precisión quirúrgica, la sonrisa de quien ha ensayado cada gesto frente al espejo.

—He sido víctima de una persecución —decía, con voz templada—. Todo esto no es más que un intento de destruir mi nombre.

Las cámaras lo amaban. Su tono medido, su mirada directa. Cualquier espectador que no conociera la historia habría jurado estar viendo a un hombre inocente. Detrás de él, gráficos y documentos falsificados

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