El amanecer se filtraba entre las cortinas de un apartamento cada vez más abarrotado de silencios y miradas cargadas. Emma despertó entre los brazos de Alejandro, con la sensación de que había pasado apenas un segundo desde que cerró los ojos. El corazón todavía le palpitaba con fuerza, como si la noche anterior se hubiera quedado grabada en su piel, en sus miedos, en sus besos.
Mateo estaba junto a la mesa revisando mapas y papeles, sus ojos enrojecidos hablaban de horas sin dormir. No dejaba de buscar patrones, rutas de escape, posibles puntos de encuentro. Había un vacío tangible en la sala, un hueco que dejaba la ausencia de Clara. Cada vez que Mateo pasaba la mirada sobre algún detalle que le recordaba a ella, el aire se tensaba un poco más.
Isabela, en cambio, había permanecido sentada en el rincón desde la madrugada, mirando la nada, con los labios apretados y los nudillos blancos por la fuerza con la que sostenía una copa de agua. Parecía un fantasma, atrapada en un limbo entr