KAEL
Cuando finalmente salgo, la luz de la mañana me golpea como una bofetada.
No calienta nada. Ni mis huesos. Ni mi corazón. Ni esa rabia fría que se ha instalado en mi vientre desde que lo sé.
Desde que lo siento.
Mi manada se extiende por kilómetros, más allá de los bosques, montañas y ríos. No es solo un grupo de lobos. Es un reino.
Estructurado, jerárquico, temible.
Y hoy, soy el rey.
Cruzo el dominio a grandes zancadas. Cada centinela me saluda, baja la mirada, siente la tormenta a mi paso. No respondo. Ni una palabra. Ni una mirada. Ya estoy en otro lugar.
Su rostro me persigue. Está grabado en mí. Tallado en cada latido de mi corazón.
Conozco cada curva de sus pómulos, la sombra suave de sus pestañas, la línea orgullosa de su mandíbula. Incluso sus silencios tienen una forma que reconocería entre la multitud de mil desconocidos.
Y eso es lo que quiero fijar.
Su imagen. Su verdad.
Empujo la puerta del taller del mejor artista de la manada.
Maël. Un solitario con un talento inq