KaelEl viento muerde mi piel, una mordida helada que me hace tensar el cuerpo. Cierro los ojos un instante para aceptarlo, pero no estremezco por el frío. No. No es eso. Es algo más, algo que nace en lo profundo de mis entrañas y que hace retumbar mi pecho.Un escalofrío primordial, viejo como el mundo.Estoy aquí, en esta colina desierta, con la respiración pesada, la mirada fija en el bosque frente a mí. Los pinos negros se dibujan contra el resplandor carmesí de la luna. Parecen observarme, como un ejército silencioso, un antiguo círculo de vida y muerte, un murmullo de advertencia. El aire está cargado de una energía que nunca he sentido antes, una presión invisible en mi pecho. Algo que empuja contra mis huesos, que roza mi mente.No es la luna llena la que me hace temblar. La luna es roja. Roja como la sangre, roja como una herida abierta en el cielo, una promesa de dolor. Brilla de manera amenazante, casi arrogante, como si supiera lo que iba a suceder esta noche, como si fuer
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