Kael
No duermo más.
Desde que la vi, el descanso se ha convertido en un lujo que incluso mis insomnios se niegan a ofrecerme.
Ella ronda en mis pensamientos como una loba rabiosa, arañando mis venas, respirando en mi cuello cada vez que cierro los ojos. Y ni siquiera es su olor lo que me atormenta, ni la curva precisa de su cadera, ni el fuego de su mirada. Es otra cosa.
Algo inscrito en lo más profundo de mí.
Un llamado. Un recuerdo antiguo. Como si mi sangre la reconociera antes de que yo pudiera comprender.
Pero soy Kael.
Soy el Rey.
Y los reyes no se doblegan a los caprichos de sus sentidos.
Ellos toman.
Ellos eligen.
Y nunca se atan.
¿Las hembras? Nunca las guardo.
Las siento venir incluso antes de que crucen el umbral de mi habitación. No necesitan hablar. Un vestido más abierto de lo habitual, una mirada baja cuando paso, una respiración que se suspende, saben lo que quieren. Y yo les ofrezco exactamente lo que esperan: la ilusión de ser devoradas por un rey.
En la oscuridad, l