Estaba en mi hora de comida. Al parecer, el chef de la familia había renunciado poco antes de que yo entrara, así que me encargué de atender la cocina, con un poco de ayuda secreta de Arnold.
Obviamente, no soy una chef profesional como la familia estaba acostumbrada a tener, pero me pareció que estaba bien mientras tanto.
Sin embargo, la señora Isabel, entre más pasaban los días, empezaba a lanzar indirectas como “Vale más que ya contratemos a algún chef que nos dé algo que sepa bien.” Y “Quizá deberíamos comprar algo de la calle, termina siendo más decente que lo que hay en casa.”
Cuando todos se iban, solía sentarme a comer con Arnold mientras conversábamos. Pero esta vez no estaba, Valentina quería que le ayudara a reacomodar su clóset.
A pesar de lo mimada y grosera que podía ser Valentina conmigo, se llevaba bien con Arnold. De hecho, todos se llevaban muy bien con él, se notaba que se había vuelto alguien querido en esta familia después de tantos años.
Me pregunté si algún día