Valentina empezó a bajar las escaleras con pasos cansados, como si ya tuviera bastante con la crisis de su madre y ahora tuviera que añadir el encargarse de mí.
Me quedé paralizada, muerta de miedo. Si antes se había alterado tanto solo por escuchar una discusión entre madre e hija, no podía imaginar cómo reaccionaría ahora que yo había estado más que involucrada.
¿Pero qué fue lo que hice tan mal para merecer un regaño?
¿Esta vez qué me gritaría?
¿Por no decirle que no era su hija? ¿Por permitir que la señora Isabel se arrodillara ante mí? ¿Por querer recoger todo ese papeleo desparramado en su cama?
Sabía que no había hecho nada malo. Solo estaba cumpliendo con mi trabajo, y ella… ella simplemente entró en crisis. No había forma de prever eso.
Pero también sabía que a Valentina eso no podría importarle menos.
—vamos a la cocina—me dijo en tono neutral, parecía que no quería que nadie más escuchara.
La seguí y cuando se detuvo frente a mí, esperaba algo despectivo, grosero y m