Estaba limpiando, tratando de liberar mi mente con las actividades cotidianas que me tocaban. A medida que pasaba más tiempo en la mansión, comenzaba a convertir mis quehaceres en un ritual relajante, y cada día iba mejorando un poco más. Me empezaba a sentir mejor, a pesar del sabor amargo que aún me había dejado el encuentro con Valentina
En cuanto a Alejandro, me sentía tonta por siquiera pensar que podríamos ser amigos. ¿Qué probabilidades había de que pasara algo así? Yo no era más que la mucama en la mansión de su familia, la que hacía el aseo y cumplía con lo que se le pedía. Yo misma le había confesado, sin pena alguna, que no tenía ni dónde caer muerta
Fue amable porque se sentía culpable y me defendió de Valentina solo porque quería pelear con ella. Pero estaba segura de que alguien como él nunca se juntaría con alguien como yo. Y esa certeza me entristecía más de lo que quería admitir, porque en el fondo había pensado que, tal vez, podía encontrar en él un amigo. Alguie