En un mundo oscurecido por la apertura de las Tierras Sagradas, la esperanza parece perdida. Orión, afligido por la creencia de que ha perdido a Octavia para siempre, lidera una lucha desesperada contra la tiránica Diosa Luna, decidido a vengar a su amada y liberar al mundo de su reinado de terror. Sin embargo, en un rincón olvidado de este mundo ensombrecido, Octavia, viva pero devastada por la traición y la pérdida, se enfrenta a una existencia plagada de desesperación y sombras. En las profundidades de su aislamiento, Octavia encuentra un rayo de luz en Aiden, un joven valiente que se convierte en un aliado inesperado. Juntos, forjan un vínculo inquebrantable, una alianza que se vuelve esencial en su lucha por la supervivencia. Este emocionante final de trilogía teje una historia de amor, traición y resistencia. Mientras Orión y Octavia, separados por un destino cruel, luchan en frentes distintos, se plantea una pregunta ineludible: ¿Quién sobrevivirá en esta confrontación entre la luz y la oscuridad?
Leer másOrión
El bosque bajo mis pies era un borrón de sombras y destellos de luz lunar, mis sentidos completamente vivos, mientras corría. Cada paso era una explosión de hojas secas y ramas quebradizas, resonando en el aire fresco de la noche. No había miedo en mi corazón, solo una sed insaciable de adrenalina que me impulsaba hacia adelante, más rápido, siempre más rápido.
"Solo déjame salir," gruñó Ciro, su voz una vibrante presencia en mi mente.
"Aún no, no llegamos todavía," le respondí con determinación, empujando a mis piernas a un ritmo aún más vertiginoso. Sentía cada músculo tensándose y liberándose en una danza perfecta de fuerza y agilidad, mi respiración sincronizada con cada movimiento.
El olor húmedo de la tierra mezclado con el aroma dulce y picante de las hojas de pino llenaba el aire, estimulando mis sentidos aún más. Los sonidos del bosque, el susurro de las hojas, el lejano aullido de un animal, se entrelazaban con el ritmo de mi corazón latiendo fuerte en mis oídos.
A lo lejos, el monstruo que me seguía emitía un rugido bajo y gutural, un sonido que habría helado el alma de cualquier otro, pero en mí, solo avivaba la llama de mi audacia. No era miedo lo que sentía, sino una excitación electrizante, una danza con el peligro que me hacía sentir más vivo que nunca.
"Están a salvo," resonó la voz calmada de Lucas en mi mente, su enlace mental tan claro como si estuviera a mi lado. "Están trabajando con los cables."
Al escuchar esas palabras, una ola de alivio momentáneo me recorrió. Ahora, con mi mente liberada de la preocupación por la seguridad de los demás, podía concentrarme en la bestia que acechaba ante mí. Este enfrentamiento se había convertido en algo más que una simple caza; lo sentía mi revancha personal, hace más de un mes tuve que dejar de pelear con estas criaturas cuando...
No, no iba a pensar en eso ahora, no era el momento de dejarse arrastrar por recuerdos oscuros y pensamientos dolorosos.
Con un giro ágil y preciso, me enfrenté al Umbra. La criatura, un abismo de oscuridad y malicia, estaba a apenas unos metros, sus ojos brillando con una sed de sangre que reflejaba la mía. En ese instante, dejé que Ciro tomara el control, cediendo a su fuerza y ferocidad.
Su toma del mando fue como una tormenta desatándose dentro de mí, poderosa e incontrolable. Sentí cómo mi cuerpo respondía con una precisión depredadora, cada músculo y cada fibra listos para el ataque. Con un rugido que parecía sacudir el mismo aire, Ciro se lanzó hacia adelante, sus garras apuntando con una precisión letal al cuello del Umbra.
La bestia gruñó, un sonido grave y amenazador, pero ya era demasiado tarde. Ciro, con un movimiento rápido y brutal, arrancó la garganta del Umbra, su sangre oscura y espesa goteando de nuestra boca. La bestia cayó al suelo con un golpe sordo, su cuerpo enorme yace inerte, un testamento de nuestra victoria feroz. Pero la satisfacción del triunfo fue efímera, interrumpida por un aullido familiar que cortó a través del silencio del bosque.
Mi cabeza se giró instintivamente hacia el origen del sonido, mis ojos buscando frenéticamente en la penumbra del bosque. El reconocimiento del aullido de Jake encendió una urgencia nueva en mí. Sin perder un segundo, corrí con la agilidad de un depredador, mis pies apenas tocando el suelo mientras me movía entre los árboles.
La escena que encontré encendió un fuego ardiente de rabia en mi pecho. Jake, un compañero y amigo, estaba atrapado bajo la garra descomunal de otro Umbra, su rostro torcido en una mezcla de dolor y desafío. Sin dudarlo, y sin permitirme pensar en las consecuencias, me lancé al ataque.
Ciro, aún al mando, se movió con una precisión letal. Nos abalanzamos sobre el Umbra, nuestras garras apuntando hacia sus vulnerabilidades, cada golpe un reflejo de nuestra determinación de no perder a otro ser querido a manos de estas criaturas despiadadas. El aire se llenó con el sonido de nuestra lucha, un duelo feroz bajo la luz tenue de la luna.
El grito de advertencia de Jake, cargado de urgencia, me sacudió justo a tiempo.
"¡Alfa! Cuidado atrás," exclamó, pero ya era demasiado tarde para esquivar completamente el ataque. Un tercer Umbra, surgido de las sombras como una pesadilla viviente, se lanzó sobre mí con una velocidad aterradora. Sus garras, afiladas como cuchillas, se hundieron en la carne de mi costado, arrancando un aullido de dolor que resonó en el bosque nocturno.
A pesar del dolor lacerante, mi enfoque nunca vaciló. Vi cómo Jake, recuperando su fuerza y ferocidad, tomó el control de su agresor, su cuerpo moviéndose con una determinación implacable. Al mismo tiempo, dos lobos de nuestra manada, alertados por el combate, se unieron a la lucha, lanzándose sobre el Umbra que me había herido.
"M****a," gruñí internamente, sintiendo cómo la sangre caliente se deslizaba por mi piel. Pero incluso con el dolor quemando en mi costado, no permití que me detuviera. Ciro y yo, en una simbiosis perfecta de hombre y lobo, luchamos con una rabia renovada, cada movimiento guiado por la necesidad de proteger a los nuestros.
Los Umbra, a pesar de su ferocidad y fuerza sobrenatural, no eran rivales para nuestra determinación. Con cada zarpazo y mordida, los obligamos a retroceder, hasta que finalmente, los dos monstruos yacían inertes a nuestros pies, sus cuerpos un testimonio de nuestra resistencia y fuerza.
La transformación de vuelta a nuestra forma humana fue un proceso doloroso, exacerbado por la herida en mi costado. A medida que mi piel se reformaba y las garras se retraían, el dolor agudo de la herida se hizo más presente.
Al recuperar mi forma humana, mis ojos se encontraron con los de Jake. En su mirada había una mezcla de alivio y reproche, como si quisiera reprenderme por el riesgo que había tomado. Pero antes de que pudiera articular palabra, lo corté con un gruñido bajo.
—Ni se te ocurra decir nada, —dije, mi voz ronca por el esfuerzo y el dolor. No había tiempo para reproches o discusiones; había sobrevivientes que necesitaban nuestra ayuda y una misión que completar.
Con un esfuerzo, volví sobre nuestros pasos, cada movimiento enviando olas de dolor a través de mi cuerpo. A lo lejos, la aldea, donde Lucas y Sam trabajaban incansablemente, comenzaba a materializarse entre los árboles. Estaban allí rescatando a los sobrevivientes y finalizando la reparación de unos cables esenciales para nuestra comunicación con las otras manadas.
La preocupación en el rostro de Sam era evidente cuando examinó mi herida.
—Diosa santísima, esa herida está horrible, —susurró, sus manos temblorosas sosteniendo unos rollos de cables y una caja que, a pesar de su condición, cargaba con determinación. Sin dudar, tomé los objetos de sus manos, aliviando su carga. Mi mirada se desvió hacia Lucas, fría como el hielo.
—¿De verdad piensas hacer cargar estas cosas a tu compañera embarazada? —le gruñí, mi voz cargada de reproche.
Sam intervino antes de que Lucas pudiera responder.
—Sabes que no le pasará nada a Ellie, —dijo con una firmeza que me sorprendió, —el escudo que Octa... ella colocó aún está en su lugar.
La mera mención de Octavia era como un golpe directo al corazón, haciendo que mi sangre se enfriara en las venas. Pero no podía permitirme perderme en esos pensamientos ahora.
—¿Todo listo? —pregunté, desviando rápidamente el tema. La tensión dentro de mí era una bestia que necesitaba ser contenida.
—Si, con esto reparado podremos comunicarnos con los demás Alfas, —respondió Lucas, su voz seria mientras colocaba las últimas herramientas en la caja que yo sostenía.
Era hora de partir.
—Debemos volver ahora, no falta mucho para que los Elegidos de la Diosa comiencen su patrulla, —dije con firmeza, dando media vuelta y encaminándome hacia los búnkeres que se habían convertido en nuestro refugio temporal.
Al llegar al búnker, me invadió una sensación de sobriedad. Este lugar, que se había convertido en nuestro refugio y fortaleza durante más de un mes, era un constante recordatorio de la dura lucha que habíamos emprendido. Recordé la casi ejecución de mi padre y Lucas, un evento que había marcado un punto de inflexión para nosotros. Después de aquello, la manada se había unido bajo mi mando para expulsar a los Elegidos de la Diosa de la ciudad, liberándonos de su opresión.
Era evidente que nuestras acciones habían atraído la atención indeseada de la Diosa, y por seguridad, había tomado la decisión de dispersarnos. Los búnkeres distribuidos por la ciudad nos ofrecían refugio y la posibilidad de mantenernos ocultos y seguros. Antes de entrar en nuestro propio refugio, me tomé un momento para contactar a todos los Alfas, instándolos a tomar medidas similares para proteger a sus manadas.
A pesar de nuestros esfuerzos, la triste realidad era que no habíamos podido llegar a todos los habitantes del territorio. Muchos aún estaban ahí fuera, vulnerables y solos. Por ello, todos los días, salíamos en busca de sobrevivientes, una misión peligrosa pero necesaria para asegurar la seguridad de todos los que podíamos. Cada vida que salvábamos era un pequeño triunfo en esta guerra desgarradora, una chispa de esperanza en la oscuridad que nos rodeaba.
Teníamos un problema técnico con los búnkeres. Construidos con gruesas paredes de hierro, estos refugios eran eficaces para mantenernos a salvo de las amenazas externas, pero al mismo tiempo, obstaculizaban la comunicación vital con nuestros lobos y el enlace telepático entre nosotros. Esta limitación nos dejaba en una desventaja significativa, especialmente en tiempos donde la coordinación rápida y efectiva era crucial.
La reparación de las radios en cada búnker se había convertido, por lo tanto, en una prioridad. La misión de hoy había sido un paso esencial hacia ese objetivo. Entrando al búnker, sabía que aún quedaba mucho trabajo por hacer. Pero con cada acción, con cada pequeña victoria, nos acercábamos más a nuestro objetivo final: la libertad y la seguridad de nuestra manada y de todos aquellos a quienes juramos proteger.
OriónLa cena en nuestra nueva casa se sentía como el comienzo de un capítulo sereno y feliz. Sam, Lucas, Heider, Octavia y yo estábamos reunidos alrededor de la mesa, disfrutando de una comida casera y del calor de la compañía familiar. Ellie, la pequeña de Sam y Lucas, descansaba en su silla para bebés, observando el mundo con ojos curiosos.—Aún estoy muy enojada con ustedes por la bromita de Luna hace unos meses, —estaba diciendo Sam con un tono de voz que intentaba ser severo, pero sus ojos destellaban con una luz juguetona.—Fue inevitable, mi amor, —respondió Lucas, su risa era contagiosa y llenaba la habitación con una energía cálida y acogedora. —No podía ser que solo yo hubiera hecho una escena.Mientras reíamos, no pude evitar recordar ese día específico. Había visto a Sam entre la multitud cuando presenté a nuestra nueva Luna. La expresión de disgusto en su rostro era tan clara y evidente que casi se podía tocar. La confusión y la sorpresa se mezclaban en su mirada, creand
OctaviaOrión estacionó el auto de golpe a un lado de la ruta, su mirada fija al frente y su mano apretando el volante con fuerza. La tensión en su cuerpo era palpable, y podía sentir la seriedad del momento. Después de comunicarse brevemente con Lucas y Rider, se giró hacia mí, su expresión era una mezcla de preocupación y amor.—Octavia, —empezó, sus ojos clavados en los míos, —necesitas saber que te amo a ti, y solo a ti. No hay nadie más en mi corazón. —Su voz era firme, transmitiendo cada palabra con total sinceridad.Pero la inseguridad seguía mordiéndome por dentro.—Orión, voy a cambiar... Me voy a poner gorda y... —mi voz se quebró, incapaz de terminar la frase.Él tomó mis manos entre las suyas, su tacto era cálido y reconfortante.—Octavia, no me importa cómo cambie tu cuerpo. Te amaré siempre, en todas tus formas. No hay nada que pueda disminuir lo que siento por ti.Mis ojos se llenaron de lágrimas, tocada por sus palabras, pero aun luchando con mis propios miedos.—Pero
OriónLa realidad de lo que acababa de ocurrir me dejó completamente abrumado. Cada respiración que tomaba estaba llena de asombro y gratitud. Todo a mi alrededor parecía vibrar con la energía de un milagro tras otro.Que Octavia hubiera sobrevivido era algo que apenas me atrevía a creer. La había visto caer, y el terror que sentí en ese momento había sido abrumador. Pero aquí estaba, viva, con la fortaleza y la resolución que siempre la había caracterizado. Y luego estaba el embarazo, el milagro inesperado de dos cachorros creciendo dentro de ella. La noticia me había sacudido hasta el núcleo, llenándome de una mezcla de miedo y una felicidad inmensurable. Ser padre, una responsabilidad y un regalo que nunca había esperado en estos tiempos oscuros, ahora era una realidad brillante y esperanzadora.El regreso de Darcy fue otro golpe de suerte. Perderla había sido un golpe devastador para ambos, pero especialmente para Octavia. Sentir su presencia una vez más en nuestra conexión, su e
OctaviaDesperté en medio del campo de batalla, sumergida en un mundo de sensaciones abrumadoras. Podía oír el crepitar del fuego que consumía restos de la batalla a mi alrededor, una sinfonía de chasquidos y crujidos que llenaba el aire con un calor sofocante. Los gritos y gemidos de los heridos perforaban la noche, cada sonido un recordatorio de la brutalidad de lo que acabábamos de vivir.Miré hacia abajo y vi a Heider, su rostro concentrado mientras trabajaba en mis heridas. Sus manos se movían con una habilidad y cuidado que me llenaban de gratitud. A pesar del caos que nos rodeaba, ella estaba completamente enfocada en su tarea, una isla de calma en medio de la tormenta.A mi lado, Orión sostenía mi mano con una fuerza gentil, su cabeza inclinada y sus ojos cerrados en un gesto de preocupación y alivio. Su presencia era un ancla en el tumulto de emociones que me inundaba.—Orión, —susurré, necesitando ver sus ojos, buscar en ellos la confirmación de que todo había terminado, que
HeiderMientras corría por el bosque, mi corazón latía con fuerza en mi pecho, impulsada por la urgencia de encontrar a Octavia. Hasta ahora, todo había salido según lo planeado, pero sabía que lo más difícil aún estaba por venir.Octavia había sido astuta al darse cuenta de la trampa que la Diosa Luna nos había tendido, facilitándonos la información que necesitábamos. Pero lo que la Diosa no había previsto era que su arrogancia sería su caída. Octavia tendría que desempeñar el papel más peligroso: distraer a la Diosa, provocarla para acercarse lo más posible y, en el momento oportuno, robarle la mitad del colgante que representaba la media luna.El plan era arriesgado, y mi mente no podía evitar repasar cada detalle. Octavia derramaría su sangre sobre el colgante completo y, en el momento preciso, se lo lanzaría a Aiden. Después, tendría que encontrar una forma de escapar y llegar hasta mí para curar las heridas que inevitablemente tendría.Mi mayor preocupación era el estado de Octa
OctaviaEn ese instante crítico, sentí la conexión con Orión estremecerse bajo el peso de mi secreto revelado. Sabía que había estado ocultándole la verdad sobre mi embarazo, consciente de que, de haberlo sabido, él me habría mantenido lejos de cualquier peligro. Pero necesitaba estar aquí; era mi deber, mi lucha.A través de nuestro vínculo, sentí la conmoción y la angustia de Orión. Estaba a punto de enfrentar a la Diosa Luna, pero no podía ignorar su tormento."Octavia, ¿cómo pudiste ocultarme esto?" La voz de Orión resonó en mi mente, llena de dolor y reproche."Lo siento, Orión. No había otra manera. Si lo hubieras sabido, no me habrías dejado venir," respondí mentalmente, intentando transmitirle mi determinación a pesar del miedo que me consumía."Pero ahora estás en peligro... nuestros hijos están en peligro," insistió él, su preocupación casi palpable a través de nuestro vínculo."Lo sé, pero esta es la única forma. Confía en mí, por favor," le rogué. Necesitamos detener a la
Último capítulo