Luca
La encontré en la biblioteca, justo donde imaginé que estaría. El humo del whisky que aún llevaba en la garganta no podía quemar tanto como la imagen de ella, de espaldas a mí, en esa maldita habitación llena de libros que nunca leo pero que ella devora como si entre páginas pudiera encontrar un refugio del infierno que la rodea. De nosotros.
Isabella tenía el cabello recogido de cualquier manera, aún llevaba la camisa manchada del forcejeo de esta tarde, y ni siquiera se había cambiado. Estaba parada frente a una de las estanterías, acariciando con la yema de los dedos el lomo de un libro sin siquiera verlo. La conocía lo suficiente para saber que no estaba leyendo. Estaba huyendo.