Liam condujo de regreso a la ciudad, el viaje de dos horas sintiéndose más largo de lo habitual. La imagen de Elías en el sofá, vulnerable y desaliñado, se negaba a abandonar su mente. Cuando llegó a su penthouse, se sirvió un vaso de whisky y se sentó en el balcón, contemplando las luces de la ciudad. El teléfono vibró, y al ver el nombre de su abuelo en la pantalla, supo que su corta paz había terminado.
"Liam", dijo la voz del anciano. "Necesito verte. Ahora". Media hora después, Liam estaba en la mansión familiar, un lugar que rara vez visitaba. Su abuelo, el exlíder de la mafia, estaba sentado en una silla de cuero, su rostro envejecido pero sus ojos tan afilados como siempre. "Sé que estás cansado", dijo el abuelo, su voz suave. "El imperio es una carga pesada, pero es tu herencia. El problema es que te estás aislando. Necesitas una familia. Te casarás, Liam. Encontrarás a alguien que te entienda y te ayude a llevar el peso del mundo. Quiero verte feliz y con una familia". Liam escuchó, la furia comenzando a crecer dentro de él. Su abuelo lo quería casado, pero Liam no quería involucrar a alguien inocente en su vida. No podía forzar a alguien a estar en un mundo que él no había elegido. Pero entonces, la imagen de Elías, el pandillero con un aire de chico de estatus, apareció en su mente. Era la solución perfecta. Un chico que conocía la oscuridad, que vivía con un pie en ambos mundos, y que no se dejaría intimidar por nada. Al día siguiente, Liam se encontró con Elías en un café, un lugar neutral lejos de miradas curiosas. Elías, quien había logrado evadir a la policía, se veía más relajado, pero la cautela aún permanecía en sus ojos. Liam fue directo al grano, sin rodeos. "Necesito que te cases conmigo", dijo Liam. Elías lo miró, incrédulo, casi atragantándose con su café. "Estás bromeando". "No lo estoy. Mi abuelo quiere que me case para mantener mi doble vida. Un matrimonio por contrato. Un año. Y te daré todo lo que necesites". "No lo entiendo. ¿Por qué yo?", preguntó Elías. "Porque tú ya sabes lo que soy. A cambio de un año, te daré dinero y protección para ti y tu pandilla". Liam se acercó a él. "Es la única manera de mantener nuestras vidas en secreto y protegernos". Elías no pudo evitar reír. Era una risa seca, sin alegría, que reflejaba lo absurdo de la situación. Delante de él, el hombre que una vez había visto cometer un asesinato y que era uno de los CEOS más poderosos del país, le estaba pidiendo matrimonio. No por amor, sino por conveniencia. "Estás loco", dijo Elías, su risa se desvanecía. "No puedo casarme contigo. No te conozco, no quiero ser parte de tu mundo. Y de todas formas, ¿por qué yo? ¿Por qué no una mujer rica y de buena familia?" Liam se inclinó, su voz suave y convincente. "Porque una mujer rica y de buena familia no me sirve. No entendería mi vida. Y tendría que fingir. Contigo, no tendría que fingir. Tú conoces la oscuridad. Sabes lo que es tener que esconder tu verdadera identidad". Elías bajó la mirada, el argumento de Liam lo había desarmado. "Pero, ¿qué hay de mi vida? ¿De mi pandilla? No los puedo abandonar". Liam sonrió, un brillo de triunfo en sus ojos. "No te pido que los abandones. Te doy el dinero para ayudarlos, para darles una nueva vida si así lo desean. Te doy un año de libertad financiera, protección y poder. Un año de tu vida a cambio de todo esto". Liam vio la lucha interna en los ojos de Elías. "El dinero no es lo más importante", susurró Elías, su voz llena de duda. "No, no lo es. Pero el poder sí lo es. Y el respeto", dijo Liam, alzando un poco la voz. "A mí me lo han dado por la fuerza, pero tú puedes tenerlo por el conocimiento. Conmigo, podrás ascender, y cuando todo termine, no serás un pandillero, sino un hombre de negocios respetado, con el poder de hacer lo que quieras". "Un año, Liam. Un año de mi vida para que tengas una falsa felicidad. ¿Qué ganarás tú?", preguntó Elías. "Ganaré el tiempo para consolidar mi imperio, y la aprobación de mi abuelo", respondió Liam. "Y en ese tiempo, tú y yo tendremos que entender la doble vida que llevamos. A lo mejor, no será tan mala como crees".