Los días posteriores a su juramento fueron un torbellino de actividad implacable. La mansión de Liam, una fortaleza de lujo y secretos, se convirtió en su base de operaciones. La alianza de Liam y Elías operaba con la precisión de una maquinaria bien engrasada. Mientras Elías, con su mirada fija en la pantalla, desentrañaba la seguridad digital de sus enemigos, Liam, con el teléfono en la mano, daba órdenes con una voz tan fría como el acero.
Liam usaba la información que Elías le proporcionaba para atacar a sus enemigos de forma estratégica. En el mundo empresarial, la caída de sus competidores era tan rápida que los medios de comunicación no podían seguir el ritmo. Mientras Elías hackeaba las redes internas de una corporación rival, Liam se encontraba en una llamada, ordenando a sus hombres que compraran acciones en el momento justo, un movimiento que desestabilizaba la empresa por completo.
"Elí, la corporación Valero está cayendo. Su jefe está entrando en pánico. ¿Qué hiciste ahor