El Acuerdo

Elías se inclinó hacia atrás en su silla, dejando escapar un suspiro largo y pesado. Liam tenía razón. Su argumento había derribado todas sus defensas. No era el dinero lo que lo tentaba, sino la oportunidad. La oportunidad de darles a los suyos, a esa pequeña pandilla que era su verdadera familia, una vida mejor, una que él nunca podría haberles dado solo. Vio la mirada de Liam. No era una mirada arrogante, era la mirada de un hombre que entendía el poder de las decisiones.

"Un año es mucho tiempo, Liam", dijo Elías, su voz volviendo a su tono normal, con la terquedad de siempre.

"Lo sé. Pero las promesas que hago son tan fuertes como las de cualquier hombre de negocios".

Elías asintió. "Hay algunas condiciones".

Liam sonrió. Esa era la reacción que esperaba. Una negociación, no una simple aceptación. "Te escucho".

"Primero, no nos vamos a casar por amor. Esto es un negocio, y como cualquier negocio, tenemos que dejar los términos claros. No me vas a controlar, no vas a meterte en mis asuntos y yo no me meteré en los tuyos. No somos una pareja real".

"Entendido", dijo Liam. "Un matrimonio por contrato, nada más".

"Segundo", continuó Elías, "mis amigos y yo estamos unidos. No los abandonaré. A cambio de tu dinero, los ayudarás a salir de las calles y a encontrar un trabajo de verdad, pero sin que sepan quién eres. Me ayudarás a mantener mi identidad en secreto".

Liam asintió. "Trato hecho".

Elías se levantó de su asiento. "Entonces, ¿por dónde empezamos?"

Liam sonrió. "Empecemos por un apretón de manos. Y por la cena".

Elías lo miró con curiosidad. "¿La cena?"

"Sí", dijo Liam. "No voy a casarme con un extraño, ¿o sí?".

Ambos salieron del café, dirigiéndose a un restaurante privado. En el auto, Liam le explicó con más detalle el contrato. Le mostró una copia que ya había preparado, con cláusulas sobre la privacidad de ambos, la protección de sus identidades y la división de sus bienes. Al final, Elías firmó el contrato, sintiendo una mezcla de miedo, excitación y un extraño sentido de alivio. Al menos ahora, la vida que él había elegido, era la vida que su padre había elegido para él.

Elías sintió una extraña mezcla de alivio y pánico después de firmar el contrato. Lo había hecho. Ahora estaba ligado a Liam. Durante los siguientes días, su vida se convirtió en un delicado acto de malabarismo. Les dijo a sus amigos que había conseguido un trabajo de medio tiempo que requeriría que estuviera fuera de la ciudad por largos períodos. La mentira fue fácil de decir, pero el peso de la misma se sentía en su pecho. Mientras sus amigos celebraban su supuesto avance, Elías sentía la culpa de la traición.

Una tarde, Liam lo llamó. "Mi abuelo quiere conocerte. Mañana a las siete. Vístete para la ocasión. Es tu primera prueba".

Elías abrió su armario, lleno de ropa de diseñador, trajes hechos a medida y prendas de marcas exclusivas. Él pertenecía a la alta sociedad, pero la idea de enfrentar al exlíder de la mafia, un hombre que se rumoreaba que era más despiadado que su nieto, lo hizo temblar. Elegir el atuendo adecuado para causar la impresión correcta se sintió como una tarea más importante de lo que jamás hubiera imaginado.

Al día siguiente, Liam lo recogió en su auto de lujo. Elías, vestido con un elegante traje azul oscuro, se sentía tenso. El viaje a la mansión de la familia se sintió como una eternidad.

La mansión era una fortaleza de piedra y vidrio. Adentro, el abuelo de Liam, un hombre de setenta años con una mirada que perforaba el alma, los esperaba. Su rostro arrugado no mostraba ninguna emoción, pero sus ojos lo decían todo.

"Así que tú eres el elegido", dijo el anciano, su voz era un susurro, pero el peso de sus palabras era más fuerte que cualquier grito.

"Es un placer conocerlo, señor", respondió Elías, manteniendo la compostura que su educación le había inculcado.

"Déjate de formalidades", dijo el abuelo. "Mi nieto dice que te ama. Explícame por qué debería creerle".

Elías se congeló. La mirada de Liam era una promesa silenciosa de que él lo protegería, pero la situación era tan surrealista que su mente se puso en blanco. "Nos conocimos en un evento de caridad...", comenzó Elías, pero el abuelo lo interrumpió.

"Liam no va a esos eventos para conocer gente. Va a hacer negocios. ¿Cómo lo enamoraste?".

"Fue una cosa mutua. Nos conectamos", dijo Liam, interviniendo. Su voz era tranquila, pero Elías sintió la tensión en su cuerpo.

"Y Elías, ¿qué puedes ofrecer a un hombre como mi nieto? Él tiene todo. ¿Qué tienes tú?".

Elías se dio cuenta de que no podía mentir. "No tengo nada que él no tenga materialmente. Pero puedo ofrecerle mi compañía, mi lealtad y el entendimiento de que ambos sabemos lo que significa llevar una vida bajo ciertas expectativas".

Elías se mantuvo firme, sin bajar la mirada. El abuelo de Liam los observó, sus ojos afilados analizando cada reacción. La tensión en la habitación se volvió casi palpable. Luego, una sonrisa, tenue pero presente, se dibujó en su rostro. "Tiene carácter. Y entiende el juego. Eso me gusta. Un contrato es un contrato, Liam. Pero no te falles a ti mismo... y no lo arruines". El Abuelo de Liam no tiene idea del contrato, solo ve a su nieto con una pareja que, a diferencia de otras, no está impresionada con el dinero, sino con el poder.

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