Jacob condujo con una serenidad que no combinaba con los latidos apresurados de Valery.
La carretera serpenteaba entre los árboles mientras el sol de la mañana despejaba las últimas sombras de la noche anterior.
El día estaba nublado y los vidrios polarizados del auto eran de magnífica ayuda para la sensibilidad de Valery, quien, sentada en el asiento del copiloto, mantenía una sonrisa apacible mientras una mano descansaba sobre su muslo, acariciándolo con suavidad.
La música suave que salía del estéreo parecía embriagarlos de una paz ficticia, como si el mundo entero se hubiera detenido para permitirles soñar un poco más.
El paisaje pasaba como una pintura en movimiento, árboles altos y centenarios, desfilando ante sus ojos como testigos silenciosos de un mundo que parecía ajeno a sus tormentas internas.
Valery sintió una melancolía inesperada, como si cada hoja que caía contuviera una vida que ella ya no podría tener.
"Este mundo sigue girando sin mí, y, sin embargo, aquí estoy fing