Mundo ficciónIniciar sesiónLos últimos días en el palacio eran un caos vibrante, un torbellino que parecía no dar tregua.
La calma solemne que solía envolver los pasillos había desaparecido por completo, sustituida por un ir y venir constante de sirvientes y funcionarios que se apresuraban de un lado a otro. El aire estaba impregnado de la mezcla de aromas a cera derretida, flores recién cortadas y telas nuevas; cada rincón rebosaba de actividad. Podía escuchar el entrechocar de los martillos ajustando estructuras, el arrastre de cajas pesadas sobre el mármol, las voces de los capataces dando órdenes con tono firme y, entre todo ello, las risas nerviosas de los más jóvenes, que intentaban aliviar la tensión con algún chiste compartido. Aun así, sus rostros estaban tensos, cubiertos de un cansancio que delataba jornadas interminables. Hasta entonces, nunca me había detenido a pensar cuántas personas trabajaban en el






