—Esto cambia todo —susurró finalmente, con una frialdad que escondía el torbellino de emociones en su corazón.
—¿Tú de qué lado estás? —preguntó ella con firmeza, sus ojos clavados en los de su hermano.
Zariel sostuvo la mirada por un instante, imperturbable. Luego, con una sonrisa apenas dibujada, se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa.
—Por supuesto que del tuyo —respondió con calma—. Sin embargo, eso no significa que te ayudaré.
Nora frunció el ceño y apretó los puños sobre sus rodillas.
—Su familia es la encargada de la armada militar, y la armada militar es fiel al emperador. Nuriel es la emperatriz, su madre era la hija del antiguo general de guerra. No puedes decir que no la ayudarás —su voz destilaba furia contenida.
Zariel se reclinó en su asiento y suspiró con pesadez.
—Eso puede ser cierto —admitió—, pero los sobornos y las amenazas son fuertes. Uriel no tiene piedad con nadie y ha tejido alianzas poderosas. La lealtad... ¡ah, la lealtad puede