Mundo ficciónIniciar sesión—¡Vamos! —exclamé con urgencia, rompiendo a caminar más rápido.
Nuriel intentó sujetarme, detenerme, pero sus palabras se ahogaron entre los gritos que seguían retumbando por las paredes. Los chillidos de Catherine llenaban el pasadizo, un eco infernal que me atravesaba el pecho como dagas invisibles. Mis pasos se volvieron torpes por la prisa, tropezando una y otra vez, pero ya no me importaba. Solo quería llegar. Solo quería detener aquello. Cuando crucé finalmente la pesada puerta de hierro que conducía al corazón de los calabozos, el horror se me reveló en toda su crudeza. Mis piernas casi cedieron. Catherine estaba allí… pero no era la misma. Ya no quedaba nada de la mujer que me había acompañado tantas veces, de la voz cálida que me consolaba en mis peores






