Capítulo 38. Promesa de amor.
El amanecer se coló por las ventanas de la mansión Koch, pero para Noah, la luz del día no trajo consuelo. Había pasado el resto de la noche pensando en Mía y Jack, sumido en un silencio tenso después de la explosiva revelación.
El rostro de Mía, la sorpresa y el dolor en los ojos de su hermana, la culpa de Jack… todo se mezclaba con la abrumadora memoria de sus propios sentimientos por Amelia y el beso en el estudio. Se sentía agotado, con el peso del mundo sobre los hombros.
Al regresar a la mansión Koch, el ambiente parecía inusualmente tranquilo, casi ominoso.
Noah subió directamente a su habitación, se duchó y se cambió, intentando lavar el caos de la noche. Cuando bajó al comedor, el aroma a café recién hecho y tostadas lo recibió.
Amelia ya estaba sentada a la mesa, un libro sobre el embarazo abierto a su lado. Su rostro, aunque pálido, reflejaba una calma que Noah no poseía. La tensión entre ellos era tan densa que casi se podía cortar con un cuchillo.
—Buenos días —saludó Ame