XXXIV. Hasta luego…

Llegó al departamento de Daisuke cerca de las cuatro de la tarde; lucía desaliñado y agotado, pero tenía que habar con el muchacho; tenía que convencerlo de ir a ver a su amigo al hospital, quizás así Hikaru hiciera un esfuerzo extra por reaccionar. Se detuvo un par de minutos frente a la puerta sin decidirse a tocar el timbre, talló su rostro con ambas manos hasta escuchar la voz de una mujer detrás de él.

— ¿Se le ofrece algo?

—Buenas tardes —saludó realizando una ligera reverencia—; estoy aquí para ver a Hirano-kun —explicó—. Es importante.

— ¿Con Daisuke? —Preguntó la mujer sorprendida—, ¿y él no está?

—No lo sé, no me he asegurado de ello —admitió nervioso.

La mujer se acercó para dar un par de golpesillos sobre la puerta. El m

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