―No voy a tener sexo contigo en la oficina ―rebate Giorgia, pero hay mucha menos convicción en esa declaración de lo que ella probablemente piensa.
Los labios de Julian descienden hasta posarse sobre los suyos.
―No te estoy ofreciendo tener sexo en la oficina —rebate él.
―¿Entonces qué...?
―No voy a follarte, pero voy a hacerte sentir bien. Solo tienes que confiar en mí y callarte como la buena chica que me demostraste que eres la primera noche que estuvimos juntos. ¿Puedes hacerlo?
Julian está casi seguro de que lo rechazará, porque sabe el carácter que su gordita puede llegar a tener, pero contiene la respiración mientras espera.
Pasan unos segundos antes de que ella diga:
―Puedo hacerlo.
«Mierda, sí».
Giorgia sabe que está siendo imprudente. Lo sabe, pero no le importa. En este momento, no piensa en nada más que en Julian, en la necesidad que arde entre sus piernas y en su promesa de hacer que se corra.
No está pensando en Chase esperando del otro lado. No está pensando en los de