—Julian, por favor, no vayas a hacer una estupidez o atente a las consecuencias —amenaza Giorgia, previendo lo que él puede hacer una vez que Chase entre a la oficina.
Julian apenas asiente, sin verla y no le da tiempo de responder, aunque tampoco iba a hacerlo de todos modos.
Con la mandíbula apretada, Julian observa cómo Chase entra en la oficina y los ojos de ambos se encuentran nada más cerrarse la puerta. No hay palabras, pero esas miradas dicen mucho más que cualquier palabra que pueda salir de la boca de cualquiera de esos hombres. Cada uno intuye que el otro desea lo mismo que el otro quiere y que, tal vez, necesitan pelear en una batalla campal, en la que solo el ganador será merecedor de Giorgia.
Tras un momento de gran tensión, Giorgia rompe el silencio con su voz suave pero firme.
—Buenos días, Chase. ¿Qué tal estás? —lo saluda, poniéndose en pie e invitándolo a acercarse a su escritorio, para que se aleje del otro.
Julian cruza los brazos y se apoya contra su escritorio,