La noche avanzaba sin prisa, como si el tiempo se resistiera a pasar, mientras Gabriele intentaba dormir sin éxito. Había cerrado los ojos hace más de una hora, pero el sueño seguía escapándose. Los pensamientos se amontonaban, se empujaban entre sí como hojas secas al viento. Adriano, las fotos, esa noche en el bar, el recuerdo amargo del hombre besándolo en el coche y después eso... la escena de la felación. Luciano se movió levemente a su lado, con un ritmo tranquilo, como alguien que sí había logrado relajarse y dormir, pero Gabriele sabía que no era así. Sabía que Luciano no dormía de verdad; solo estaba cerrando los ojos para aparentar que sí, mientras su expresión delataba preocupación.
—¿Sigues despierto? —susurró Gabriele, sin girar la cabeza.
—Sí —contestó Luciano en voz baja, sin mostrar sorpresa.
Estaba acostado boca arriba, pero giró el rostro hacia él.
—¿No puedes dormir?
Gabriele negó con la cabeza, aún con los ojos abiertos, brillantes en la oscuridad.
—No dejo de pe