Después de la rueda de prensa, Luciano llegó a la casa de los Di Lucca acompañado por Damián y Luka, con una expresión dura, marcada por todo el alboroto mediático que acababan de enfrentar.
El auto de Luciano se detuvo con un suspiro ahogado del motor, y ellos bajaron en silencio, cargando sobre los hombros esa sensación pesada y abrumadora del escándalo que los rodeaba. El crujido de la grava bajo sus pies parecía resonar con una gravedad casi insoportable. Cuando abrieron la puerta, fueron recibidos por un ambiente hostil, como si la casa misma estuviera poseída por el dolor. Amalia, la hermana de Gabriele, los estaba esperando afuera y los condujo a la sala principal, con el ceño fruncido y los ojos rojos por tantas lágrimas. No hubo saludos, solo un intercambio rápido de miradas que cargaban un mensaje profundo.
Luciano sintió que cada paso lo acercaba más a una sentencia que no sabía si podría soportar. El padre de Gabriele se levantó al verlos entrar, con un rostro endurecido, l