Gabriele y Damián salieron del bar, Gabriele no podía quitarse de la cabeza lo que había pasado con Luciano. La actitud de Luciano, tan arrogante y que parecía no importarle nada, le había tocado el orgullo. La verdad, podía sentir cómo le hervía la sangre por la molestia que le daba esa actitud. De repente, una voz lo llamó y lo hizo detenerse en seco.
—Gabriele, espera un momento. —dijo Luciano, con voz fuerte y cargada de autoridad.
Gabriele y Damián se dieron vuelta, sorprendidos al ver a Luciano acercándose a ellos. Su expresión era tan impasible como siempre, pero había algo diferente en su actitud.
—Gabriele, te llevaré a casa. No es seguro que te vayas asi. —Dijo, mirando a Gabriele de manera intensa.
Damián levantó una ceja, desconcertado. Recordaba claramente cómo Luciano había ignorado antes a su amigo, no entendía por qué, de repente, se mostraba tan atento. Le lanzó una mirada a Gabriele, esperando su respuesta.
—No quiero que me lleves —Respondió Gabriele con voz cortante, había una molestia evidente en sus palabras.
Gabriele estaba claramente reticente, todavía herido por la frialdad de Luciano. Pero Luciano no parecía dispuesto a ceder tan fácilmente.
—No seas terco, Gabriele. Tú y tu amigo están borrachos, y conducir en ese estado no es seguro para ninguno de los dos.
Gabriele lo miró, dudando, su orgullo chocando con la realidad. Al final, se sintió derrotado.
—Está bien, pero no me hagas sentir que me estás haciendo un favor. — Respondió, con un tono cortante.
En el automóvil de Luciano, el ambiente era tenso. Gabriele, aún resentido, cruzó los brazos, el malhumor era visible en su rostro. Se acomodó en el asiento trasero, pero de repente, salió del coche y con un tono casi infantil, exclamó:
—Quiero ir en el asiento delantero, Luciano. Me lo merezco más que Damián..
—Está bien, ven al frente. Damián, tú puedes ir atrás.— Dijo Luciano algo sorprendido por la actitud de Gabriele.
Gabriele, ahora en el asiento del copiloto, se acomodó como si hubiera ganado una batalla. Sin embargo, su malhumor no desapareció. Miró de reojo a Luciano, y luego, sin más, habló con un tono de reproche.
—¿Dejaste a tu novia sola en el bar? ¿Así de fácil te olvidas de ella?
Luciano lo miró desde el retrovisor, sin alterarse.
—No es mi novia, Gabriele. Es solo una amiga.
Gabriele frunció el ceño, no creía en esa respuesta y no supo qué más decir. En lugar de continuar con el tema, decidió callar, mirando por la ventana.
Luciano lo miró de reojo una vez más, recordando la incomodidad que lo invadió al verlo abrazado a Damián. El simple hecho de ver a Gabriele tan cercano a otro hombre lo había molestado realmente. Pensó que perdería la cabeza si no hacía algo al respecto, y por eso, decidió seguirlos. Seguía sin entender aún el abismo de emociones que este chico le hacía sentir. Gabriele desataba una tormenta interna que lo arrastraba sin piedad, desdibujando todo lo que creía saber sobre sí mismo.