Michael camina por los pasillos de la guardería con su traje perfectamente planchado y un ramo de rosas rosadas en la mano. Su sonrisa es fría, casi mecánica, mientras saluda a las maestras.
—Buenos días. Vengo a ver a la bebé Aura Vargas.
La señora de recepción lo mira con cierta incomodidad y hojea la libreta.
—Oh… señor Barrientos… la bebé ya no está aquí. La retiraron hace días.
Michael frunce el ceño, su mandíbula se tensa con furia contenida.
—¿Qué quiere decir con que la retiraron? ¿Quién se la sacó de la guarderia?
—Su… su madre la retiró —dice la mujer con cautela—. Dijo que se le presento un problema personal… creo que mencionó algo de México. Tal vez… debería llamarla en persona y preguntarle directamente.
El ramo de rosas tiembla en su mano. Sus ojos se oscurecen mientras un escalofrío de ira le recorre la columna.
—Gracias… —dice con un tono tan helado que la recepcionista se estremece.
Sale de allí con pasos rápidos y furiosos. Conduce hasta el apartamento de Sofía y toc