Los padres de Pamela también se alarmaron, poniéndose de pie de inmediato.
—¡Santo cielo! —exclama su madre— ¡Está sangrando!
Pamela baja la mirada y ve la sangre.
El terror se apodera de ella.
—No... no... —murmura, tambaleándose.
Scott la sujeta antes de que se desplomara.
El restaurante entero se quedó en silencio, con decenas de ojos curiosos observándolos.
—¡Abrán paso! —grita el padre de Pamela, mientras Scott la cargaba en brazos, saliendo apresurado del lugar.
En el hospital, los minutos parecían horas.
Pamela estaba en una camilla, inconsciente, mientras un equipo médico corría de un lado a otro.
Scott caminaba desesperado en la sala de espera, con los nervios de punta.
Los padres de Pamela estaban sentados, pálidos, rezando en voz baja luego de llenar un papeleo de ingreso y haber pagado una cuota.
Finalmente, un médico se acercó horas después.
—¿Conocen a Pamela?
Todos se levantaron de golpe.
—¿Cómo está mi novia? —pregunta Scott, con la voz quebrada.
El doctor sospecha.
—L