Al terminar esa noche, los tres estaban con los sentimientos a flor de piel. Y, como si fuera una pequeña treta del destino, la habitación en la que estaba hospedado Peter sufrió una fuga de agua y se encontraba totalmente inundada.
—Lo siento, señor — se disculpaba el gerente del hotel—. Lo cambiaremos a la mejor suite del hotel y sus cosas serán repuestas por unas nuevas a primera hora de la mañana.
—Está bien, hombre. Ya es tarde, ve a descansar y yo…
—Te vas con nosotras — gritaron las dos pelirrojas.
—Claro, aunque la oferta de una mejor suite puede ser tentadora.
—Su suite es una de las mejores — respondió sonrojado el gerente y Peter le hizo un ademán de que se callara—, pero si es lo que usted desea.
—¡Vamos, Papi! Ya es tarde y tengo sueño.
Peter la alzó en sus brazos y le guiñó un ojo.
—Pues, que no se diga más, lo que ordene mi sirenita de cuentos es una orden para su fiel lacayo.
Acomodó a Tory y extendió su mano a Vicky, mientras el botones, convenientemente llevaba su ma