En creciente tensión, pasé la tarjeta llave por la puerta y la suite de Alexandra se abrió con un clic suave. Entré en silencio, sintiéndome una intrusa por ir allí sin invitación. Encontré todo el lugar a oscuras, sin ninguna luz encendida. Con pasos suaves y quedos, me dirigí a la sala y vi dos vasos vacíos en la mesa central, aún con cubos de hielo.
¿Mi esposo acababa de estar allí? ¿Bebieron juntos? Recorrí la sala con la vista, pero todo era oscuridad y un extraño silencio. Al menos, todo me pareció silencioso, hasta que mi oído se acostumbró y agudizó; entonces fui capaz de escuchar una tenue voz femenina escapando desde el fondo de un pasillo.
Dejé los vasos vacíos y seguí la voz. Tomé el corredor que llevaba a la habitación principal, para ver la puerta entreabierta y un haz de luz blanca escapando en una delgada franja.
—Adam, me lastimaste, y yo solo te pido esta única noche como compensación a mi dolor. ¿Es demasiado?
Mi cuerpo se tensó y mi respiración se aceleró conforme