—¿Así que llegaste tan lejos?
En el sofá, Sabine sonrió, disfrutando haber tenido siempre la razón. A su lado, Adam continuaba con la cabeza gacha, sujetándose la cabeza y atormentando por lo ruin que era en realidad.
Yo por mi parte, estaba en un total estado de aturdimiento. Las lágrimas resbalaban por mis mejillas, incesantes, pero a mi cerebro le costaba procesar que todo eso fuese cierto. No lo quería creer, me negaba a aceptar esa escalofriante verdad como una realidad.
—Mira que embarazarla sin que ella lo supiese, forzarla a llevar a tu hijo.... De verdad no tienes ni un gramo de límite moral.
Con gusto, bebió de su vaso. Me pasé el brazo por los ojos y limpié mis lágrimas, aunque yo seguía sollozando. Entretanto, Adam al fin irguió la cabeza y tomó una profunda respiración. Lo miré y lo vi lanzarle una mirada iracunda a su ex.
—Ahora es tu turno, ya le revelé lo desgraciado que soy. Es momento de que hables y me digas qué quieres para seguir manteniendo confidencial nuestro co