La adrenalina corría nuevamente por su torrente sanguíneo; sus manos temblorosas y sus pasos torpes delataban el nerviosismo que la dominaba. Amelia sabía que necesitaba mantenerse firme y decidida, ser valiente si quería lograr lo que tanto anhelaba: escapar junto a sus hijos de aquel lugar, una tarea que no sería nada fácil. Esperaba que eso pudiera convertirse en una realidad si se esforzaba lo suficiente.
—Señor, ¿está seguro de que quiere dejar la propiedad sin vigilancia esta noche? —declaró el hombre, confundido, mientras Marcus exhalaba sonoramente. Amelia escuchó la conversación detrás de la puerta, evitando que alguien más la pillara.
—No estoy diciendo que no habrá vigilancia. Deja a tres de mis hombres en la entrada principal; los demás deben tomar el primer vuelo a Italia. ¿Por qué me cuestionas?
Tras su voz masculina demandante, Amelia oyó cómo algunos objetos se rompían al ser arrojados; no había duda de que Marcus estaba molesto. ¿Así que la mayoría de sus hombres se r