El día estaba frío, y el negro de los atuendos de duelo resaltaba en el ambiente. Muchos autos negros llenaban el lugar, donde amigos, familiares, colegas y conocidos se reunían para despedir a Lukas Schneider. Entre ellos, Amelia estaba presente, acompañada por sus padres. A medida que la ceremonia avanzaba, las personas comenzaron a retirarse. Ana se acercó a Maximilian y lo abrazó con ternura. Él correspondió, aunque su rostro permanecía sereno, sin dejar escapar una sola lágrima.—Maximilian, deberías ir a casa y descansar —le aconsejó Ana antes de separarse. Luego, miró a Amelia—. Haz que vuelva a casa contigo. Me iré.Amelia asintió lentamente mientras Ana abordaba el auto que la esperaba. Una vez que se marchó, Maximilian se volvió hacia Amelia, acercándose a ella y tomando su mentón para forzarla a mirarlo. Ella parpadeó, curiosa.—Maximilian...—¿Estás esperando que llore como un niño delante de ti, eh? —acusó, con los ojos inyectados de tristeza.—¿Por qué querría eso? —res
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