De pronto Alessandro la besó. Y en cuestión de segundos la ropa comenzó a deslizarse de sus cuerpos como si fuera parte de una danza ritual. Sus miradas no se despegaron el uno del otro mientras se acercaban inevitablemente al clímax de su deseo. Alessandro besó a Sofía con tanta intensidad que parecía querer devorarla, mientras ella gimía su nombre como una oración.
Cuando por fin consumaron su pasión, se fundieron en un abrazo tan intenso que parecía que nada más importara en el mundo. Habían encontrado consuelo y felicidad en los brazos del otro, y estaban dispuestos a arriesgarse a lastimarse mutuamente si eso significaba seguir sintiendo esa conexión tan especial.
La luz del sol se filtraba a través de las persianas, iluminando la habitación con un tono cálido y acogedor. Sofía se despertó lentamente, sintiendo el cuerpo desnudo de Alessandro pegado al suyo. Se quedó quieta, temerosa de despertarlo y que la mirada de aquellos ojos verdes la atravesaran como siempre lo hacían. Se