26

Transcurrieron algunas semanas desde que Amelia partió a Italia tras su divorcio con Maximilian. A pesar de que él intentaba seguir con su vida, a menudo se encontraba atrapado en recuerdos del pasado, pensando en ella, aunque no quisiera.

Joseph lo observaba desde su lugar en la barra, entrecerrando los ojos mientras lo miraba.

—¿Se puede saber por qué me estás mirando así? —quiso saber Maximilian, un poco curioso y lleno de desdén.

—Ay, amigo, lo que sucede es que estás demasiado afectado por la separación con tu esposa, y eso es evidente.

—¿Te parece que estoy triste porque ella se ha ido? Quiero que te quede claro una cosa: Amelia nunca me interesó.

—Si no estás pensando en ella y no te afecta que se haya ido, dime en qué otra cosa estás pensando. No me digas que en el bebé que ella perdió... ¿realmente anhelabas tanto un hijo?

—Me siento solo —admitió, con la voz casi quebrándose—. No estoy diciendo que la extraño. Solo confieso que me siento extremadamente solo. A veces,
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