Amelia cerró la puerta de la habitación y colocó el seguro. Necesitaba un momento a solas para poder llamar a Maximilian y exigirle que le diera el divorcio.
—Soy yo... Amelia.
—Lo sé, sé perfectamente que eres tú, Amelia. ¿Hasta cuándo pretendes continuar con todo este juego? —rugió.
Ella se quedó en silencio.
—Nunca quise pasar la vida a tu lado, ni formar una familia contigo. Solo quiero mi libertad, y sé que solo así la conseguiré. Si te llamo, es para pedirte que me des el divorcio. Nunca más apareceré en tu vida.
—¡No tienes el derecho de exigirme algo así, y menos cuando estás embarazada de mí! ¡El bebé que llevas en tu vientre también me pertenece! —exclamó.
—Maximilian, ese bebé ya no existe. ¡Ya no existe un bebé en mi vientre! —repitió con voz firme, sintiendo que haber recurrido a una mentira era la única opción que le quedaba para deshacerse por completo de su esposo.
—¿Qué estás queriendo decir, Amelia? No me digas que tú...
—No lo hice, no fue mi culpa... Maximilian, y