Amelia, siguiendo la sugerencia de Maximilian, se quedó en casa trabajando desde allí. Con su portátil abierto, se puso al día con las tareas que la esperaban. El dolor de cabeza, que por la mañana había sido una molestia constante, había disminuido considerablemente, transformándose en una punzada ocasional. Ya casi era mediodía, así que decidió dejar sus actividades en pausa para almorzar.
Mientras se preparaba un ligero almuerzo, Laura, la ama de llaves, se acercó con una mirada de preocupación.
— Amelia, ¿te sientes bien?
Amelia le explicó con una sonrisa tranquilizadora:
—Sí, Laura, estoy mucho mejor. Me quedé porque tenía un dolor de cabeza horrible esta mañana, pero afortunadamente, ahora me siento bastante bien. Estoy segura de que me recuperaré por completo.
Laura asintió, aunque su ceño seguía ligeramente fruncido.
—Debería prepararte un té. Algo que la mejore.
—No, no te preocupes, Laura, de verdad, estoy bien —insistió Amelia, agradecida por su preocupación—. Ahora solo qu