Ex esposa voy a conquistarte
Ex esposa voy a conquistarte
Por: miladyscaroline
1. Traición

Se enamoraron a las pocas semanas de conocer y se casaron presas de la pasión desbordada, de ese sentimiento que día con día se alimentaba. Tres años más tarde, se sabría cuánto peso tenía una palabra así de grande.

Cassio no solo amaba a su mujer hasta lo impensable; y su deseo por ella era abrumador en casi todos los sentidos, sino que confiaba en ella incluso con los ojos vendados, por eso, cuando pruebas que parecían irrefutables llegaron a sus manos la misma tarde en la que se suponía celebrarían su tercer aniversario de bodas, el mundo del italiano colapsó bajo la suela de sus zapatos.

— ¡¿Qué diablos significa esto, Francesca?! — preguntó a su hermana mayor, rabioso, no, más que eso, estaba que se lo llevaba el diablo y no lo traía de regreso. Sabía que la relación entre su mujer y ella no era buena, ni siquiera cordial, pero… ¡¿eso?! No, era demasiado. Aventó los papeles sobre el escritorio y la miró contenido — ¡Explícate, por amor a Dios! — exigió, colérico.

Francesca sabía que debía actuar con bastante inteligencia, así que soltó un suspiro y fingió estar conmovida, incluso destrozada.

— Cassio, sé que esto es delicado, pero… tu mujer ha tratado de desfalcar la empresa de nuestra familia, y lo que ves allí — señaló el reguero de papeles que él mismo había lanzado sobre el escritorio — es la prueba de ello. Tienes que abrir los ojos, esa mujer…

— ¡Cállate! ¡Esto debe tener explicación! — Sí, no podría ser de otro modo — Solicita una junta con la directiva de la empresa. ¡Los quiero a todos presentes!

La mujer negó con la cabeza, fingiendo estar afligida.

— Sé que confías en esa mujer, Cassio — dijo despectivamente — pero…

— ¡Esa mujer, a la que te refieres de forma desigual es mi jodida esposa, Francesca! — gritó embravecido, enérgico — Organiza la put4 junta y espero que alguien me dé razones de esto. Kathia tiene acceso a todo lo que concierne a la empresa, pero no es capaz de esto y lo sabes.

— No, lo único que sé, es que tu flamante esposa te ha hecho perder toda perspectiva de la realidad que ni siquiera eres consciente de lo que hace a tus espaldas — argumentó, indignada.

Cassio entornó los ojos, advirtiéndola. Jamás había consentido que a su mujer se le faltase el respeto, no lo haría ahora.

— Francesca… — dijo con tono demandante.

— Cariño, escucha, de verdad lamento ser yo quien te diga esto porque soy tu hermana y te adoro, pero necesitas un golpe de realidad, necesitas quitarte de una buena vez la venda de los ojos.

— ¡Suficiente! — gruñó — ¡No toleraré más infamia!

La mujer guardó silencio por un segundo y sacó de su bolsa un sobre sellado que no demoró en entregarle.

— Te dejaré solo, y cuando tomes una decisión sobre qué hacer con ella, búscame, en mis brazos sabes que encontrarás consuelo.

Instantes después, abandonó el corporativo.

Cassio se dejó caer en la silla de su escritorio y sin tanto regodeo abrió el sobre. En apenas segundos, su corazón se paralizó para entonces reanudar su marcha a toda prisa, frenético.

Casi perdió el juicio en ese momento, y que un camión lo arrollase, hubiese sido menos doloroso que lo estaban viendo sus ojos en aquellas fotografías.

¡¿Qué diablos?!

No, no podía ser. Definitivamente no. Se negaba, ella… ella no era así. ¡Su Kathia no era así! Maldición, no lo era, su mujer, el centro de su universo, ella no podía estar haciéndole eso.

Se mesó el cabello e intentó tranquilizarse. Debía estar seguro antes de cometer una estupidez, y asegurarse, por sus propios medios, de que nada de eso fuese real, que se trataba simplemente de una farsa para difamar a la mujer que amaba. Sí, eso debía ser… ¡una jodida farsa!

Salió de allí desorientado, sin ánimos de atender a los llamados de su asistente personal por la importante junta que tenía ese día, ni el de su jefe de seguridad preguntándole hacia donde se dirigía. A ese último, simplemente le arrebató las llaves del Bentley y condujo a toda máquina, incluso se saltó varios semáforos y no se detuvo hasta que llegó a su destino.

Para ese punto, no le importaba nada más… salvo descubrir la verdad.

Con temor, entró.

Eric, un hombre de su entera confianza y experto en el tema sobre tecnología falsificaciones, ya lo esperaba, y en menos de una hora, mientras él aguardaba inquieto y con el alma a punto de abandonar su cuerpo, le confesó que el contenido en aquel sobre no había sido alterado, ni siquiera manipulado.

Las fotos eran completamente reales.

Todo lo era.

¡No! Se negaba rotundamente a creerlo.

Tomó al hombre de la camisa y lo miró directo a los ojos. Se sentía fuera de sí mismo.

— Haz una segunda revisión — pidió, no, suplicó, sintiendo que su matrimonio se caía segundo a segundo en pedazos —. Por favor, Eric, esto es delicado, por no decir que importante.

El hombre, apenado, incluso afligido, asintió, pero no pasó mucho tiempo para darle la misma respuesta, explicando que sus equipos eran de la más alta calidad, que algo así se detectaría en solo instantes.

El pecho de Cassio se comprimió dolorosamente. Su última esperanza, como un castillo de naipes, se desmoronó.

Sin decir ni una palabra más, pues no encontraba el habla, salió de allí con las manos convertidas en dos puños a ambos contados y saltó de nuevo en el asiento copiloto del auto, golpeando el volante hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Rabia, dolor, lágrimas contenidas… humillación. Todo arremolinándose en su interior, desquebrajándolo a pedazos.

Sintió que iba a darle un puto infarto de la conmoción.

Su mujer y el vicepresidente de la empresa, que también era un miembro de su propia familia, se estaban revolcando en la cama, y quien sabe desde cuanto, como unos…

Gritó una maldición que quemó su garganta.

Condujo a través de la ciudad sin ningún rumbo; hasta que anocheció. Solo quería perderse, y con un poco de suerte, olvidar… olvidar a esa ingrata. ¡¿Cómo pudo hacerle algo así?! ¡¿Es que no se daba cuenta de que él la amaba?! ¡¿Qué habría dado su m4ldita vida por ella?!

Se recargó contra el respaldo del asiento. Se había quedado sin fuerzas, pues aunque fuese un hombre de temple, amaba a esa mujer como nadie tenía una idea, y con una traición de esa magnitud, sabía que no podría recuperarse nunca.

Habían transcurrido casi dos horas desde los hechos cuando recibió la llamada de Francesca. Al principio, no tenía planeado contestar, pero ella era la única que lo podía ayudar con todo el sufrimiento que estaba experimentando en ese momento.

— Tenías razón — sollozó con un crío al contestar — Kathia es una…

Selló sus labios de forma abrupta y negó con la cabeza. ¡Ni siquiera podía referirse a ella como una cualquiera! Y es que de verdad la amaba tanto… tanto.

Dios, todo era tan abrumador. ¡Tan imposible de creer!

— Cariño, sé por lo que estás pasando en estos momentos, y no sé si debería echar más leña al fuego, pero para como ya están las cosas… lo mejor será que lo diga. Me ha contactado una amiga que trabaja en un hotel, y me ha dicho que tu… bueno, esa mujer, pidió una suite con Maurizio y se veían muy… juntos.

Cassio estrujó el móvil sintiendo que sus pulmones colapsaban.

— Envíame la dirección.

— Cassio, pero…

— ¡Envíame la put4 dirección ahora, Francesca!

Y colgó.

Iba a desenmascararla de una buena bendita vez por todas. Nadie se burlaba así de Cassio Garibaldi.

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