Ex-esposa en coma: Abandonada a mi suerte
Ex-esposa en coma: Abandonada a mi suerte
Por: Daly3210
Capítulo 001

—Es posible que la paciente no despierte jamás…

El rostro impasible de Nicolás Davies no mostró ninguna emoción ante las palabras del médico. Cualquier otro hombre en su posición se hubiera mostrado afectado, después de todo era su esposa de quien estaban hablando, pero este no parecía ser su caso.

En definitiva, era como si sus problemas acabaran de solucionarse mágicamente, como si, de algún modo, alguien, algún ente divino, le hubiese concedido lo que tanto había anhelado.

«¡Regina no despertaría!», pensó con una sonrisa tirando de sus labios.

—¿Qué recomienda? —le preguntó al médico, tratando de mantener la compostura y evitando decir lo que tanto quería y eso era un: “¡Desconéctela de inmediato!”. Hacer eso sin duda llamaría mucho la atención y lo último que necesitaba era a la policía merodeando. Así que, por el momento, debía mantener el teatro de esposo abnegado, por lo menos, unos meses más.

—Podemos esperar a ver cómo evoluciona y…

—Esperemos entonces —lo cortó ásperamente, y se giró hacia la puerta. No le importaban las habladurías del hombre ni su insulso intento de darle esperanzas. No necesitaba esperanzas. Lo único que necesitaba era que Regina no despertara.

La puerta se cerró bruscamente y el doctor observó con asombro como aquel esposo abandonaba la habitación. En su larga trayectoria profesional había tratado con una innumerable cantidad de familiares de sus pacientes, de todo tipo y actitudes, pero esta era la primera vez que veía a un hombre tan desinteresado y déspota.

¿Acaso no era la mujer que amaba la que se encontraba en esa cama de hospital? Porque se atrevería a jurar que ese no era el caso…

[…]

Cinco años después…

Cuando los ojos de Regina se abrieron luego de haber permanecido cerrados durante cinco largos años, sintió un pinchazo inmediato en las sienes. La fuerte luz le hizo fruncir el ceño y tardó aproximadamente quince segundos en lograr enfocar su entorno.

Al inicio todo era borroso y brilloso, demasiado brilloso…

Su boca comenzó a balbucear incoherencias, las cuales se escucharon como sonidos guturales, mientras la habitación se movía en gran agitación. Escucho la voz distante de una mujer.

—¡Despertó! ¡Despertó!

Luego más personas entraron en la habitación, todas con expresiones de asombro y consternación.

Rápidamente, se sintió como si estuviera en medio de una feria de circo, con la excepción de que ella no era la espectadora; en este caso, era la principal atracción.

—¿Recuerdas en qué año estamos? —le preguntó un hombre con voz seria, un hombre de bata blanca, y entonces todo comenzó a hacer clic en la perturbada mente de Regina.

«¡Estaba en un hospital!», pensó con desesperación, tratando de visualizar a su esposo en medio de los doctores y enfermeros que se hallaban en dicha sala.

Los recuerdos comenzaron a invadirla de forma brusca, recordó entonces que era de noche e iba en el auto al lado de su marido, ambos reían como solían hacerlo. Nicolás era un hombre muy dulce, el esposo perfecto a su parecer, aunque debía admitir que aquel era un juicio muy precipitado. Después de todo, tan solo llevaban unos pocos meses de casados. Pero esa era su percepción y no la cambiaría por nada del mundo, amaba a ese hombre con todo su corazón.

—¿Dónde está? —aquellas fueron las dos primeras palabras que logró pronunciar.

El doctor frunció el ceño al principio, ya que su voz se había escuchado demasiado rasposa y difícil de descifrar.

—¿Dónde está? —repitió con mayor soltura y desesperación, puesto que había logrado recordar el accidente, la manera en la que el auto se volcó y en la que luego todo se volvió negro para sus ojos.

—No comprendo de quién está hablando…

—¡De mi esposo! —gritó las palabras.

¿Cómo era posible que no supieran de su esposo?

Se suponía que ambos habían llegado heridos. Al menos que…

¡No, no, por favor, no!

—¿Él está bien? ¡¿Está vivo?!

El silencio se prolongó por varios segundos y el doctor adoptó una expresión seria e ilegible, aquel tipo de expresión que solían usar las personas cuando estaban a punto de dar malas noticias, así que el cuerpo de Regina se estremeció al ser consciente de esto último.

—¡No! —lloró, negándose a escuchar palabras tan atroces. Su esposo no podía estar muerto. No lo soportaría.

—Señora… por favor…

—Regina —la voz firme y autoritaria de su tía Mónica, interrumpió su ataque de histeria.

—Tía…

Regina cada vez entendía menos lo que estaba sucediendo.

La última persona que había esperado ver en esa habitación era precisamente a su tía. Mónica le había profesado su odio abiertamente desde que era tan solo una niña y su abuelo había muerto, dejando la fortuna de la familia únicamente en manos de su padre, quien era su hijo favorito para ese entonces.

Lograba recordar a duras penas las muchas disputas que hubo por el dinero de la familia, pero, aunque su tía Mónica invirtió mucho en abogados, no logró quedarse con nada del patrimonio Stirling. Cuando sus padres murieron en un accidente de avión cuando tenía tan solo diecinueve años, todo el dinero quedó en sus manos.

—Es un gusto ver que mi querida sobrina se ha despertado —dijo la mujer con sarcasmo. Era demasiado obvio que verdaderamente no se alegraba por esto—. Es asombroso. ¡Una bendición! ¿Quién lo diría luego de…? —hizo un gesto contando con la mano—. ¡Cinco años!

—¡¿Cinco años?!

—Sí, cinco años, un divorcio y… ¡Sorpresa! —sonrió anchamente como la víbora que era—. Soy tu representante legal, querida sobrina. Así que comprenderás que han ocurrido algunos cambios en la empresa.

—Pero… ¡Ah!

Regina sintió un repentino dolor de cabeza y gritó debido a la fuerte punzada que la atravesó sin previo aviso.

—Señora, debe irse —apremió el médico al ver lo que estaba causando, pero Mónica se negó a marcharse. No se iría sin soltar todo el odio que sentía primero.

Con dificultad y dolor, Regina logró escuchar las últimas palabras de su tía:

—¿Y adivina qué, Regina? Tu querido Nicolás está a punto de casarse con una chica muy bonita —soltó las palabras, jactándose ante su sufrimiento, porque sabía perfectamente que amaba a Nicolás con toda su alma—. Estoy invitada a la boda. Aunque, bueno, evidentemente, tú no asistirás. Dudo mucho que Nicolás quiera invitar a su exesposa en coma. ¡A esa misma exesposa que decidió abandonar!

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