Al día siguiente se celebraría la ceremonia por la iglesia. Esta no era la primera vez que Nicolás y Regina se encontraban frente al altar.
La luz del sol se filtraba a través de los vitrales de la iglesia escogida por la pareja, mientras la decoración reflejaba su amor renovado que había superado tantos obstáculos.
Había flores blancas y rosas, dispuestas en delicados arreglos que adornaban los bancos y el altar. También había velas encendidas que emitían un suave resplandor, llenando el aire con un aroma dulce y embriagador, dando a entender que el novio no había escatimado en gastos.
La decoración era de ensueño y la novia no se quedaba atrás, luciendo radiante en su vestido de un blanco puro, que caía en suaves pliegues, dándole forma a su esbelta figura. Su cabello rubio se encontraba recogido en un elegante moño, decorado con pequeñas flores que complementaban su belleza natural.
A medida que avanzaba por el pasillo, los murmullos de admiración no se hacían esperar, aceleránd