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—Hola, buenas noches. Vamos, Leia —la niña me dejó en la puerta y se fue en busca de las otras niñas.

—Hola, pasa.

—Dios, ¿has parado la mesa? ¿Qué celebramos?

—Joder, lo dices como si no hiciera nada en casa.

—Perdona, pero siempre que me invitas a cenar acabamos comiendo pizzas precocinadas delante de la tele con unas birras.

—Pues hoy tenemos algo mejor preparado —soltó Miguel.

—Cuatro cubiertos en la mesa. Me parece que algo huele muy mal. ¿Qué habéis montado? Como sea otra cita a ciegas...

—No, qué va. Solo… Miguel ha invitado a Pau —eso lo dijo bajando el tono de voz hasta que fue solo un susurro.

—¿¡Qué!? Esto es otra encerrona.

—No es una encerrona —dijo Miguel—. Es mi amigo.

—¡¿Tu amigo?! En el cole le tirabas de los calzoncillos.

—Han pasado muchos años desde el cole —dijo Lorena.

—No cuela, Miguel. ¿Cuánto tiempo vas a estar sin sexo si no me dices esto?

—Un mes. Pero eso no quita que realmente sea mi amigo. Jugábamos a fútbol 7 juntos.

—¿Tú también? ¿Qué coño tiene ese fút
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